viernes, 30 de octubre de 2009

A: Arquitectos

Lo prometido es deuda, y vamos a empezar a dar caña por la A.

Ayyy!! Los arquitectos!! Una de las bellas artes convertida en negocio (lo cual no es malo), sometida presiones de constructores (lo cual es inevitable) y derrochando falta de sentido común (y esto si que es malo).

Ahora mismo, en estos días, estoy dando clase en una universidad situada en lo alto de un cerro, en la que los párkings están siempre a unos 40 escalones del aula más cercana. Cuando llegas a los edificios, estos son de hasta cinco plantas, sin ascensor. Obviamente sus alumnos tienen una salud de hierro, sus profesores se mantienen en forma (aunque las rodillas las tienen bastante castigadas) y no tienen problemas con los alumnos minusválidos: no los hay. Sin que se sepa por qué, se autoexcluyen y no se matriculan aquí.

Cuando llego a mi aula, descubro una puerta en un lateral. Es el aseo!!! Diréctamente dentro del aula. Al principio me extrañó y sentí rechazo por la idea, pero he llegado a la conclusión de que es una gran idea, pues genera una especie de hermandad y camaradería entre los alumnos y con el profesor. Se comparten apretones, cistitis y similares, y eso crea lazos que unen.

Alguien dirá: 'es un caso especial, los arquitectos no lo hacen siempre tan mal'. Cierto, es especial. Hay cosas peores. El otro día estuve en otra universidad cuyas aulas estaban en edificios de cuatro plantas. Tal vez para compensar el caso anterior (aseo en el aula), aquí sólo en la segunda planta había aseos. La naturaleza es sabia, y así se mantiene un promedio razonable de distancia aula-aseo.

Hace unos años nuestros protagonistas, decidieron que para llegar a los ascensores de los edificios de viviendas había que subir unos cuantos peldaños. Ancianos, madres con carritos de niños, gente con muletas, amas de casa con carritos de la compra y otras personas (que extrañamente eran usuarios de esas viviendas) se han acordado del padre del señor arquitecto casi tantas veces como de su santa madre. Dura incomprensión de los legos en esta bella arte.

Tengo un primo que trabaja en un edificio de oficinas cuya fachada sur está complétamente acristalada, y el tiene la suerte de tener su despacho justo ahí. La vista es excelente (hacia la autopista), pero un inoportuno sol ha decidido pasearse todos los días, inclusive en verano, justo frente a ese lado sur. Los desagradecidos trabajadores no han captado la grandeza del diseño, y se protegen como pueden colocando posters, papeles, cortinas... a pesar de que de cuando en cuando se les recuerda que no pueden alterar el estilo del edificio. La reflexión de que el señor arquitecto no pasa ocho horas al sol en ese invernadero, es sin duda una mezquindad lanzada desde la ignorancia.

En el edificio donde yo trabajo, a alguien se le ocurrió colocar en las ventanas del lado oeste una especie de paneles perforados, tal vez para reducir el sol que entraba por ellas. Si la intención era buena, el resultado no. Ese panel lleno de perforaciones, producía un efecto de mareo cada vez que alguien intentaba mirar por la ventana (pues no se mira y ya está, debió pensar alguien). Cuando se planteó retirar esos paneles, la defensa de la sublime obra de arte del edificio (con humedades chorreantes en sótano, inclinado hacia el norte y con un aire acondicionado con voluntad propia) supuso una delicada negociación para no dañar el estilazo del edificio. Se llegó a una solución, pero sino la radial era la respuesta a la defensa del arte. Algunos de los que viven muchas horas en el edificio tienen muy claro lo que es el arte: morirte de frió.

En mi pueblo, que es el suyo, han inaugurado después de un montón de años de obras, un puente colgante sobre el cauce abandonado del río, cauce que está unos cinco metro debajo del puente. Bueno, hacer eso es cosa de los políticos, pero el diseño del puente si que es de un arquitecto, para mas cruz del mismo pueblo, titulado de mi universidad, famoso y con nombre de orden militar. El ingenioso puente tiene la acera en el centro, en lugar de en los laterales como es habitual y más cómodo para tener, entre otras cosas, un vista sobre el jardín que hay debajo. Tal vez hacerlo así es para evitar suicidios, pero con un puente de unos 5 metros de alto, la gente tendría que tirarse varias veces para tener garantía de éxito. Las virtudes del puente siguen: las luces están a ras de suelo, y los inoportunos conductores que circulan por allí en la noche (en vez de estar en casita, como deberían) sufren un cierto deslumbramiento. Entre eso y un brusco cambio de rasante cerca de uno de los extremos hizo que en las primeras semanas tres de esos inoportunos conductores perdieran la vida en el puente, arrollados por otros vehículos medio deslumbrados que llegaban desde atrás y que al cruzar el cambio de rasante se encontraban de repente con vehículos detenidos en el semáforo del final del puente. La solución (que tengo mis dudas de que no altere la estética de la obra) ha sido colocar un presemáforo en lo alto del cambio de rasante. Queda un poco ridi, pero salva las vidas que un diseño malparido pone en riesgo.

Esto son unos botones de muestra, no se trata de hacer un catálogo completo de despropósitos (la capacidad de internet es limitada comparada con la magnitud de la estulticia humana), pero creo que valen para dar por cubierta la letra A, de arquitecto.